
En octubre de 2018 empezamos a ejecutar el proyecto “De la experiencia al relato común: guía para incorporar la perspectiva feminista a organizaciones de la ESS”. Después de un trabajo interno en que el equipo de Almena hemos explorado qué significa para nosotras ser una cooperativa feminista, queremos compartir reflexiones con otras organizaciones de la Economía Social y Solidaria (ESS). Desde ahora y durante el mes de julio, abrimos el debate a través de nuestra web y nuestras redes sociales.
Nuestra reflexión se ha estructurado en cuatro ejes, y será a través de estos ejes que plantearemos el diálogo. Hoy abrimos el primero: los cuidados y la corresponsabilidad. En el texto que se presenta a continuación, se exponen las principales ideas que hemos trabajado en este eje. Podéis también leer el texto completo de nuestro relato sobre cuidados y corresponsabilidad aquí.
Las personas somos interdependientes. En función de cuál sea nuestra edad, el estado de salud, las capacidades en un determinado momento vital, etc., tenemos más o menos necesidades de cuidados. Pero todas nos necesitamos las unas a las otras.
En una cooperativa feminista, debemos confrontar el mito del “trabajador seta”, que produce cada día como por “milagro”. Sabemos que es uno de los ejes centrales de la masculinidad hegemónica y del concepto de ciudadanía patriarcal. Gracias a la economía feminista, entendemos que el presunto “trabajador seta” necesita, en realidad, cuidados y autocuidados, y no interacciona solo en el lugar de trabajo, sino que se mueve y se relaciona en otros espacios, los que denominamos “privados”, “familiares”, “comunitarios”. Reconocer nuestra interdependencia no nos hace más vulnerables, sino que nos abre nuevas ventanas de oportunidad.
Así, en una cooperativa feminista pensamos que es necesario poner el foco en la necesidad de cuidados que tenemos las personas que la conformamos. Nuestras relaciones deben establecerse en un entorno de cuidados, teniendo en cuenta que somos seres humanos y nos pasan cosas: no solo nos ponemos enfermas (de forma más o menos grave), sino que pueden haber días en los que nos sentimos menos bien, no tenemos energías, nos ha venido una menstruación dolorosa, o le pasa algo a personas de nuestro entorno afectivo más próximo que nos afectan claramente… Cuidarnos a nosotras mismas y entre nosotras es revolucionario, aún más si es en el lugar de trabajo. Poner los cuidados (y la vida) en el centro es una reivindicación clave de los feminismos, y para nosotras es un reto y una coordenada fundamental desde el primer momento en que nacimos como cooperativa.
Sobrecarga de trabajo… ¿y las otras esferas de vida?
Una de las mayores preocupaciones a la hora de poner en práctica nuestra necesidad de cuidados es la carga de trabajo. O mejor dicho: la sobrecarga de trabajo. El trabajo no puede centralizar todas nuestras energías, porque –tal como nos recuerdan constantemente los feminismos– no hay un solo tiempo ni un solo ámbito, y nos movemos entre el trabajo en la cooperativa, nuestra vida privada (en soledad y compañía), la vida familiar, la participación en la comunidad, etc.
Compaginar las diversas esferas de la vida es un reto fundamental. La vida va más allá de nuestro lugar de trabajo (por mucho que nos guste) y tenemos una esfera personal, familiar, comunitaria que queremos y necesitamos cuidar y cultivar. Además, algunas de nosotras tienen personas dependientes a cargo, que necesitan atención.
Somos una entidad pequeña en un sector con pocos recursos y bastante precarizado (siendo un sector muy feminizado, ¿qué se podría esperar?). Vivimos el “chantaje” de tener recursos vinculados al tiempo de los proyectos, a menudo con duraciones bastante cortas, y los trabajos que realizamos son complejos, implican un gran esfuerzo y están mal remunerados. Todo esto se traduce en la necesidad de tener múltiples proyectos al mismo tiempo para poder cubrir los gastos totales.
Es importante también poner sobre la mesa que no es fácil como pequeña cooperativa gestionar las bajas, las reducciones de jornada o los permisos por cuidado de familiares. Debemos aprender a hacerlo.
A la vegada, tenim una cultura organitzativa massa abocada a l’autoexplotació i el sacrifici. I no hi ha res menys feminista que això! Hem identificat mecanismes que fan que sovint posem la feina per davant de la resta: de les nostres necessitats, del nostre entorn… i fins i tot de vegades de la nostra salut. Posar les cures al centre significa desplaçar el treball remunerat en la nostra escala interna de prioritats.
Al mismo tiempo, tenemos una cultura organizativa demasiado enfocada hacia la autoexplotación y el sacrificio. ¡Y no hay nada menos feminista que eso! Hemos identificado mecanismos que hacen que a menudo pongamos el trabajo por delante del resto: de nuestras necesidades, de nuestro entorno… e incluso a veces de nuestra salud. Poner los cuidados en el centro significa desplazar el trabajo remunerado en nuestra escala interna de prioridades.
¿Tareas invisibilizadas?
Otra cuestión vinculada a los cuidados tiene que ver con el reconocimiento de todas las tareas como imprescindibles para el funcionamiento de la cooperativa. El paralelismo con cómo se organiza la sociedad es evidente: en los lugares de trabajo hay tareas que se reconocen y valoran más, y después hay tareas invisibilizadas pero fundamentales para la sostenibilidad de la organización. Debemos identificarlas y visibilizarlas.
Las entidades de la ESS… ¿las únicas interpeladas?
No queremos dejar de compartir una reflexión vinculada a la corresponsabilidad de las instituciones y de todos los agentes económicos y sociales con quienes nos relacionamos. El cambio de paradigma que propone unas dinámicas de trabajo más compatibles con la vida (tal como se plantea desde la economía social y solidaria) requiere un esfuerzo que las instituciones deberían asumir también. Cada vez que se rebajan precios, se hace más difícil para las entidades poner los cuidados en el centro. Cada vez que se pretende una ejecución de los proyectos en unos tiempos demasiado cortos y pagando al final del periodo de ejecución, se hace más difícil para las entidades poner los cuidados en el centro. Y podríamos seguir mucho más.
Trabajo digno
Por último, pero no menos importante, cuidarnos en el lugar de trabajo para nosotras también significa tener condiciones laborales dignas y sueldos que nos permitan vivir decentemente. Y que esto sea válido no solo para las socias trabajadoras, sino también para las personas que colaboran con nosotras. El bien-estar parte de poder cubrir unas necesidades básicas. Aun así, somos conscientes de que no deja de ser un reto.
Siguiente
Horizontalidad, redes y alianzas: el segundo eje de nuestro relato
Anterior
¿Una cooperativa feminista? ¡Reflexionemos juntas!
Sin comentarios
Dejar una respuesta
Debes estar registrado para poder comentar